Creo profundamente, creo en un mundo mejor, creo en esa fuerza poderosa que regenera todo, que nos llena de fe y se llama amor; creo en que existe una energía real, única y sublime que llamamos vida; mas mi silencio se espesa cuando mi alma lucha por cambiar la nostalgia de tantas preguntas injustas sin coherentes respuestas y se llena de tristeza por la ignorancia y la impotencia, de no tener el poder en sembrar sonrisas en todo vacío desbordando la belleza de los corazones en el mundo entero y en hacer florecer la humildad en toda riqueza, regalando igualdades a todos los seres del planeta..
Pero se desarma mi sueño al ver que existen:
Dulces miradas que duermen sin ilusiones,
en campo de flores con nubes grises
cargadas de inocentes sonrisas que llueven sin tiempo
ni lecciones.
Calles de largas historias, con lenguaje y racismo profundo
con derrotas y con gloria,
con codicia y con espanto,
que enmudecen todas las razones.
Memoria de pena, de indiferencia y de llanto.
Desierto de verdades y amargos pasos
que esconden apariencia con inquieta existencia,
silbando desamores, abandonando lo desconocido.
Hambre de pan y agua,
dolor entre amor que brota fe y esperanza,
cuánta amargura mueve el alma, sin piedad y con dureza
rompiendo sentimientos que se tejen en una inmensa pobreza,
que caminan por la vida con su música elevando pureza..
Niños abandonados y mendigos
que alzan su sueños como golondrinas, sin esperar
la lluvia como destino.
Que viven con el corazón al rojo vivo,
sin escuela, sin juguetes, sin incentivos
y aprenden en su espeso silencio
que su templo son lagrimas, ternura y absurdo olvido.